Por qué no deberíamos evaluarnos nutricionalmente sólo por el peso

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Por qué no deberíamos evaluarnos nutricionalmente sólo por el peso

Publicado por: Eivert Atencio

Fecha: 8 diciembre, 2021

El peso por sí solo no funciona para evaluar el estado nutricional de una persona. Es decir, si está normopeso, bajo peso o con exceso del mismo. Por ello, los profesionales relacionamos la salud con otros datos como talla, sexo, edad, estado fisiológico.

El índice de masa corporal (IMC) es el parámetro antropométrico utilizado mundialmente para realizar el diagnóstico del estado nutricional de un individuo. Sin embargo, existen algunas controversias en su uso, como veremos más adelante.

El IMC se calcula con los datos del peso del sujeto (en kilogramos), dividido por su talla al cuadrado (en metros) y se compara con los criterios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la clasificación del estado nutricional según edades.

Por ejemplo, en adultos, la clasificación del estado nutricional según IMC es la siguiente:

  • Bajo peso: IMC menor a 18,5
  • Normal: IMC de 18,5 – 25
  • Sobrepeso: IMC mayor a 25
  • Obesidad: IMC mayor a 30

El uso del IMC constituye un método práctico, simple, fácil de calcular y requiere pocos datos, pero tiene sus desventajas. La principal es que se enfoca en el peso pero no considera los distintos componentes estructurales del organismo que influyen en el peso (masa grasa y masa libre de grasa, la cual comprende los músculos, la piel los órganos, los huesos y fluidos).

¿Por qué calcular el IMC no es lo único a tomar en cuenta? 

Por lo tanto, usar el IMC no siempre nos informa de forma fidedigna cual compartimento está alterado. Esto es importante dado que, por ejemplo, en el caso de la obesidad, las comorbilidades producidas por esta enfermedad están dadas por el aumento en el compartimiento graso.

Puede haber aumento de peso por desarrollo muscular (como en personas que practican fisicoculturismo) o bien por retención de líquidos (como es el caso de edema en enfermedad hepática, renal, cardiológica, entre otros) no pudiendo hablar en estos casos de obesidad.  También, podemos encontrar individuos con IMC normal pero con disminución importante en compartimiento muscular, lo que podría indicar que estamos frente a un individuo malnutrido.

Si bien el IMC ha demostrado buena correlación con el porcentaje de grasa corporal y con el riesgo de morbimortalidad, existen controversias de su uso en forma individual ya que esta correlación se observa a nivel macro.

Si tomamos un número grande de individuos y medimos su IMC junto a su grasa corporal, saldrá una buena correlación. Pero ¿qué pasa si se analiza individualmente? Veremos que hay personas que pueden tener el mismo IMC pero distinta grasa corporal.

Además, es importante considerar que la composición corporal va variando a lo largo de la vida e incluso puede ser distinta según las etnias. En poblaciones de Asia del Sur se han encontrado IMC bajos con altos porcentajes de grasa corporal, por ejemplo.

Lo ideal para tener una idea más específica del estado nutricional del individuo y de los resultados en su tratamiento es, además de utilizar el IMC, considerar medidas que ayuden a complementar el diagnóstico y que puedan ser posibles de utilizar en la práctica clínica.

Algunos de ellos son:

  • Medición de la circunferencia abdominal, que ayuda a evaluar riesgo cardiovascular
  • Medición de pliegues subcutáneos para medir porcentaje de masa grasa (el más utilizado es el pliegue tricipital pero el más representativo de adiposidad es el pliegue subescapular).
  • Impedanciometría bioeléctrica, técnica sencilla que mide el agua corporal a través de una corriente alterna indolora que pasa por el cuerpo. A través de este dato, se llega de manera indirecta a la masa libre de grasa y luego, por diferencia con el peso corporal se obtiene la masa grasa.

Ximena Rodríguez

Nutricionista

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